miércoles, 5 de septiembre de 2007

El visitante 3ra noche

3 ra noche


¡ES UNA EMBOSCADA! Gritó el conductor del jeep al escuchar la primera y certera ronda de metralla que le asestó una bala en el brazo izquierdo. Herido, perdió el control del vehiculo que salió del camino para estrellarse contra un árbol. El segundo jeep aceleró para acercarse a donde se encontraba el primero para rescatar a sus tripulantes, pero se vieron súbitamente abrumados por el fuego cruzado. La resistencia fue breve. Él más experimentado de los integrantes del segundo jeep, de un solo disparo hizo blanco en el rostro de uno de los agresores que se hallaba oculto en la hierba. La respuesta llegó un segundo después cuando una ráfaga de metralla lo acribilló sin darle tiempo siquiera a sentirse orgulloso de su puntería. Su cuerpo cayó dentro del jeep donde sus compañeros estaban precariamente atrincherados. Otro de los tripulantes del vehículo tomó coraje y dio las órdenes para que él y sus compañeros ataquen al unísono. Uno, dos, ¡treeearghhh!... Fue el primero en ponerse de pie, y en cuanto sus agresores vieron que sus intenciones no eran las de entregarse, dispusieron de él como si de una galería de tiro se tratase. Al caer su cuerpo sin vida, los otros ocupantes del jeep decidieron muy rápidamente que lo mejor era rendirse. Sin levantar la cabeza lanzaron sus armas fuera del vehículo y levantaron las manos. ¡Se rinden! Grito una voz desde algún lugar. Los tripulantes del primer jeep aprendieron muy rápidamente la lección del segundo auto y entregaron sus armas sin oponer ninguna resistencia.
Un par de horas de larga caminata y la noche en la selva Colombiana ya era cerrada. A mitad de camino decidieron que era momento de detenerse. A Carlos le tocó dormir primero, así que se preparó un lecho con hojas y algunas ramas y se acostó con la esperanza de dormirse rápido a pesar del calor y los insectos.

Abrió los ojos, en realidad no sabía si los tenía abiertos o cerrados.
Aguzó el oído pero no pudo escuchar nada. Trató de tocarse los ojos para ver si estos estaban abiertos o cerrados, pero no pudo mover la mano, ni siquiera podía sentirla. Intentó sentir otras partes de su cuerpo pero no pudo. Era como si su cuerpo hubiese dejado existir. A pesar de eso no desesperó. Sentía que no estaba solo, había una presencia cerca de el.
-¿Quien es?-
-Puedo ser muchas cosas...- Dijo una voz mágica
Por un momento Carlos Montoya sintió un dejo de miedo, pero se mantuvo sereno, al fin y al cabo, algo en su interior le decía que esa voz no representaba peligro.
-¿Quién es?- Volvió a preguntar
-Ya contesté que puedo ser muchas cosas...- Contestó la voz.
-¡Pues decídete!- Por un momento Carlos deseó que ese misterioso juego en las sombras terminase. En ese momento una luz apareció ante él. No era mayor que la llama de una vela, pero aún así no alcanzaba para ver nada más allá de la luz misma. La luz, aunque pequeña, ocupaba toda su visión, tanto que Carlos no podía, siquiera, verse a sí mismo. La llama tomó un tono azulado.
Sorprendido, Carlos, preguntó -¿Dónde estás?- mientras que dirigía su mirada hacia la llama. Esta pareció cobrar vida y responderle –Justo en frente tuyo-
Carlos afinó aún mas la vista y miró fijamente la llama hasta que le pareció ver en ella una figura remotamente humana. La llama le devolvió la mirada y dijo - ¿Le gustaría saber donde está, verdad?-
Escuchar estas palabras alegró a Carlos porque entendió que eso lo haría realmente feliz. La luz barrió con toda la oscuridad, y fue tanta que Carlos tuvo que cubrirse los ojos con las manos. Carlos podía sentir su cuerpo nuevamente, la luz lo había traído de vuelta.
Estaba en un páramo desierto, una llanura cubierta de neblina. Su vista no podía penetrar en la espesura gris que lo rodeaba. –Lo estaba esperando...- La voz sonó detrás suyo. Carlos se apresuró a darse vuelta, y vio como la llama azulada crecía hasta tener un tamaño similar al suyo, bailando su propio baile de fuego vivo, siguiendo su propio ritmo. Carlos se asombró de ese ser de fuego.
–No ponga esa cara, estoy acá para ayudarlo- La llamarada tomo una forma lejanamente similar a la de un hombre y volvió a hablar. -Me llamó y acá estoy-
-¿Yo?- respondió Carlos muy pobremente, titubeando, y agregó –Ni siquiera sé quien eres- La llamarada pareció sonreír – ¡Ahhh! Parece que voy a tener que explicar todo, no se preocupe buen hombre, no va a llevarnos mucho tiempo. Pero antes conteste esto, ¿Es usted consciente del lugar donde se encuentra?- Carlos titubeo, sus recuerdos anteriores a su aparición en aquel páramo parecían muy lejanos, la emboscada a los jeeps enemigos no era mas que un recuerdo muy lejano y confuso. Permaneció vagando en su mente durante un tiempo hasta que la llamarada volvió a tomar la palabra. –Aunque suene irreal usted está en un sueño- A Carlos en ese momento todo le resultó mucho mas que comprensible – Es una verdadera lástima que en cuanto despierte no podrá recordar la mayoría de lo que ocurra.- Carlos asintió, aún algo confundido por semejante revelación, después de un momento de reflexión preguntó – ¿Entonces cuando se está despierto no puede recordarse mucho de lo soñado y estando dormido no puede recordarse mucho de lo que uno vive estando despierto? –
-Algo así- contestó la llamarada con tono satisfecho.
Carlos estaba emocionado y hasta excitado por su descubrimiento, pero pronto tomó conciencia de algo -¿Pero eso no explica por que dices que yo te llamé?-
-Eso yo no puedo decirlo, intente recordar buen señor-
-¿Recordar que?-
-¿Qué es lo que lo ha motivado a tomar conciencia de que estaba soñando?-
Carlos se tomó su tiempo para pensar su respuesta, temía estar equivocado. En los sueños el tiempo transcurre diferente, podrían haber pasado minutos u horas hasta que Carlos respondió. Decidido. – Hace algunas noches soñé con que una niñita era raptada en mis narices y no pude hacer nada para salvarla-
-¿Y después?- respondió la llamarada -Después presencié su juicio, y no pude ayudarla- Casi interrumpió Carlos -¿Muy bien, y ahora?- Respondió nuevamente la llamarada, como sabiendo de antemano las respuestas de Carlos, pero necesitando que las diga, casi como una formalidad.
-Ahora no sé que le pasó- Dijo Carlos con pena. -¿Y entonces?- La llamarada lo miró complaciente, sabiendo que finalmente llegaba a la respuesta que esperaba oír.
- ¡Entonces me gustaría ayudarla!- esas palabras salieron de lo mas profundo de su mente, desconocidas hasta para él mismo. Se sentía mas liviano, relajado por aceptar esa verdad oculta hasta entonces. -Exacto, para eso estoy yo- Interrumpió nuevamente la llamarada, sin dejar que Carlos llegase a saborear su tan liberador descubrimiento. –
Me presento, mi nombre es Grimereth, y soy el avatar de la esperanza...-

Cuando se disponía a hablar, Carlos despertó sobresaltado mientras que uno de sus compañeros le indicaba que era su turno de hacer guardia.

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