jueves, 22 de noviembre de 2012

Para pensar

Una frase que no es mía, pero se le atribuye a un escritor/a anónimx de la revista MU: "En tiempos los que se puede hacer mucho, el problema es si querés hacer algo."

jueves, 15 de noviembre de 2012

Un extraño




Mas de un millón de voces sintieron el golpe. Era un cuerpo extraño. Habían olvidado como defenderse. Las partes más débiles comenzaron a morir.

Él abrió los ojos.

Las voces se callaron.

Él intentó recordar. Su mente, en blanco. Sus sentidos no respondían.

La noción, detrás de las voces, tomó conciencia del requerimiento del huésped.

La luz repentina lo cegó. Se cubrió el rostro con ambas manos.

Las voces lloraron con los movimientos del extraño.

Se sentó en lo que creyó que era el borde de la cama. Sus ojos no se acostubraban a la paralizante luz todavía. Mientras tanto, trataba de entender.

El millón de voces no necesitó sonido para hablar. Ni palabras para presentarse.

Ël se estremeció. Lo invadía la calidez, la plenitud, la sincera alegría. Vio su vida de principio a fin. Vio cada detalle, una y mil veces. Aprendió que todo tenía un sentido.

La conciencia que existía detrás de las voces sintió como una parte suya había desaparecido. Supo que era inútil dejar pasar más tiempo.

Sintió que algo lo llamaba. Era algo que nunca había sentido antes.

¿Cómo se llamaría eso que sentían?  La conciencia entre las voces entendió que eso era lo que llamaban muerte.  Miles se callaban. ¿Cómo se llamaría ese antes y después? Eso era lo que llamábamos tiempo.

Él estaba entregado a esa bondad que lo había transportado. Entregaba toda su vida a eso. Sentía como su vida se repetía. Nacimiento y muerte. Cada vez como algo más lejano.

Las voces comenzaron a percibirse unas a otras. Ya no eran un todo. Todavía quedaba un resto de la noción que antes la unía. Ahí radicaba la única ¿esperanza? Si, así lo llamaban los antiguos.

El bienestar que había sentido se disipaba. Detrás de esa cortina quedaban millones de voces que se desangraban con cada latido que su corazón daba.

Las voces disminuían. Muy pocas se descubrieron lo suficientemente fuertes como para resistir una presencia. Pero había algo que las unía. Había un motivo para que la noción no desaparezca.

El brillo a su alrededor disminuyó lo suficiente para dejarlo abrir los ojos. Se vio sentado en la nada. La luz que lo había cegado se marchitaba.

La noción volvió a sentir lo que desde hacía mucho no sentía. Recordó lo que había olvidado junto al cuerpo. Y comprendió lo que necesitaba para seguir su viaje. Antes de que sus fuerzas la abandonen, la invadió la culpa y supo que  debía dar una explicación al recién llegado.

Mientras la luz moría a su alrededor, un solo destello permaneció indemne. Estaba delante suyo.
Sintió que el destello crecía. La luz lo invadió. El bienestar lo hizo caer.

Se descubrió en la cama. Trató de correr una sabana para taparse cuando recordó lo que había soñado. Sin abrir los ojos se dejó llevar por esa sensación que todavía perduraba.
Trató de recordar su sueño y se encontró con algo nuevo. Algo con lo que no había soñado, pero que había reemplazado a todo lo anterior.
Vio miles, millones de personas que decidieron vivir felices. Vio como estas eran cada vez más. Supo que el bienestar era tanto que se dejó de medir el tiempo. Y después el amor que todos sentían por la vida fue tal que ya no fue necesario un cuerpo. Todas esas almas se unieron y supieron que esa era su forma original. Pero en la carrera por seguir avanzando habían olvidado quienes eran. Para poder dar un paso adelante, era necesario volver a recordar lo que se sentía antes. Tenían que tener plena conciencia del camino recorrido para no repetirlo.
Cuando se levantó esa mañana, supo que había tenido un sueño inolvidable. Había soñado con el próximo paso de la humanidad.
Pero había olvidado que la humanidad lo había elegido a él para darlo.   

martes, 6 de noviembre de 2012

A la deriva

La tormenta de arena estaba terminando. A pesar del dolor que le causaba la arena en los ojos, la figura que ahí se encontraba no detenía su paso. El extraño hacía un esfuerzo sobrehumano para no detenerse, porque si lo hacía quedaría completamente cubierto por la arena del desierto.
Unos minutos después el viento cesó y el cielo se despejó, La figura se detuvo y miró a su alrededor para comprobarlo, un instante después volvió a caminar como si nada. Ni siquiera hizo un intento por sonreír a pesar de que dentro suyo había una sensación que podría llamarse alegría.
Hacía tiempo ya que la tormenta de arena se había disipado por completo y el hombre seguía caminando por el desierto sin siquiera vislumbrar la posibilidad de detenerse, hacía poco tiempo que había pasado el mediodía.
Ese extraño era un hombre de mediana edad, en su cenit. Desnudo y lampiño, con pronunciados rasgos y cara de nada. Con paso seguro caminaba incansablemente por aquel océano de arena infinita. Con mirada ingenua, y rostro decidido. El sol era radiante y no había ninguna nube a la vista (¿quién sabe hacía cuantos años que no había una nube por ahí?) La temperatura era altísima, pero eso no molestaba a ese hombre a pesar de tener la piel escaldada. El sol radiante quemaba su piel pero el no sentía dolor. Es que había desconectado sus circuitos de irrigación sensorial externa. De lo contrario estaría absolutamente paralizado por el dolor que le hubieran causado las tres heridas de importancia que tenía. Su brazo izquierdo estaba en pésimo estado. Casi destruido totalmente. Partes de su bio-estructura se escurrían minuto a minuto, era muy difícil calcular el grado de los daños pero era seguro que la perdida de las funciones sería total...
El daño era tal que la función autorreparativa de su biomecánica ni siquiera se activó. Automáticamente se había relegado al último lugar en la lista interna de tareas pendientes, casi sin esperanza en absoluto. También estaba dañado su pie izquierdo y, en menor medida, el muslo de la misma pierna. Al pie solamente le faltaban unos dedos y parte de la planta, así que tardaría unas semanas en autorrepararse, mientras que la herida en el muslo era menor y solo tomaría unas horas mas de dedicación en segundo plano de las partículas bioestructurales para concluir la reparación.
Con todo eso estipulado el extraño trató de ver la situación y los motivos por los cuales se encontraba caminando por el desierto, herido, hecho un despojo de tecnología viviente y pensante. Buscó a través de sus neurotransmisores y en su cavidad almacenadora de memoria pero todo estaba en blanco, incluso revisó su bitácora interna, pero está también estaba vacía. No tenía ningún recuerdo anterior a la tormenta de arena, parecía todo borrado a propósito.
En ese momento una voz resonó en su mente...

...te llaman anomalía...

El extraño se sorprendió al escuchar aquel susurro. Miró frenéticamente a su alrededor aún sabiendo que se encontraba solo, sus sentidos no podían percibir absolutamente nada. ¿Me llamo anomalía? El extraño estaba desconcertado, esa voz  ancestral había resonado desde dentro suyo, golpeándolo como un latigazo. Anomalía. Ese era su nombre. Esa verdad lo conmovió, perdió el equilibrio y cayó de rodillas. Se encontraba sufriendo una crisis en los sistemas mentales primordiales, casi lo que podría llamarse un colapso total.
Anomalía temblaba y hasta una salada lágrima corrió por su rostro mientras comprendía que aquella frase tenía gusto a recuerdo olvidado a propósito. En ese momento descubrió que su memoria no había sido borrada sino bloqueada, y que ese no era un bloqueo total. Aquella frase provenía de su propia memoria y había escapado a la barrera que detenía todos los otros recuerdos.
Arrodillado en la ardiente arena permaneció horas enteras, buscando entre sus neurotransmisores el lugar exacto por donde aquel recuerdo escapo al bloqueo, pero no hubo suerte, todo el sector de la memoria a largo plazo estaba en blanco.
Una señal de aviso interna lo sacó de su introspección, había concluido la reparación de su muslo. Revisó sus funciones aún estando seguro de que la reparación era perfecta, era una suerte de orgullo lo que sentía por sus bioparticulas, nunca fallaban Después continuó su caminata.
Estaba anocheciendo, su reloj interno activó automáticamente el modo de descanso. El extraño quedó dormido inmediatamente en el lugar en donde se encontraba, sin posibilidad de réplica.

En sus sueños una imagen difusa apareció ante él. Se trataba de una mancha de color plateado, algo metálico, con forma de rombo, en cuyo centro se encontraba un brillo carmesí. Un trueno causó que estallase en mil partes dejando a su paso una luz cegadora... A su alrededor, Anomalía escuchaba un murmullo de asombro mientras que la luz lo inundaba todo.

El extraño se despertó sobresaltado, bañado en sudor artificial y con los circuitos químico-emocionales alterados. Todos sus circuitos funcionales internos estaban acelerados notoriamente. Le tomó unos segundos serenarse, finalmente se puso de pie y comenzó a andar. Estaba amaneciendo.
Pasó las horas siguientes caminando sin prestar la atención debida a su entorno, porque el sueño que había tenido lo desequilibraba emocionalmente. Anomalía estuvo todo ese tiempo sin poder dejar de pensar en su sueño y para peor, cada vez que  recordaba aquello sentía un escalofrío. Finalmente llegó a la impulsiva conclusión de que estar en aquel estado podía resultarle perjudicial para su integridad física, entonces cambió su modo interno de funcionamiento; así abandonó el estado de "Vigilia conciente para entrar en el de ¨Supervivencia/adaptación¨. De esta forma todos sus recursos estarían ligados a la observación y asimilación del medio y de los cambios que ocurrían, así como de las estadísticas aproximadas sobre lo que ocurriría a su alrededor.
Así permaneció por más de seis horas de marcha, hasta que sus sistemas de rastreo lo alertaron sobre una estructura no natural que se encontraba a varios kilómetros de distancia, al límite del alcance de su senso-radar.
Un sentimiento agradable conmocionó a Anomalía, era una extraña forma de ansiedad, saturada de adrenalina. Anomalía tuvo que detenerse por un instante, ya que aquella sensación estaba apunto de hacer colapsar su centro quimico-emocional. Intentó calmarse, segregando pequeñas dosis de neurodopamina para relajar su agitada mente, pero aquella sensación había causado una revolución dentro de los transmisores neuronales de Anomalía y la calma absoluta parecía una utopía.
Nuevos datos llegaban a su conciencia. Eran recuerdos relacionados con aquella emoción: Era apenas un adolescente ansioso, estaba sentado, rodeado de otros como él, miles dentro de una habitación gigante. Las paredes y el techo eran grises y todo parecía frío y estéril, incluso sus semejantes, no había forma de distinguir uno de otro. Eran miles y estaban todos allí esperando algo. La ansiedad y la excitación hacían que esa espera le resultase una tortura.
Nuevamente se repitió la escena del sueño. Y cuando la luz cegadora se hizo presente y los murmullos crecieron un inmenso terror invadió a Anomalía.

En total los recuerdos de Anomalía, anteriores a la tormenta de arena, no pasaban de un par de segundos, pero tenían un efecto poderoso dentro suyo, capaces de hacerlo detener su marcha y turbarlo infinitamente. Esto lo inquieto y hasta sentirse desganado y perdido. Pero nuevamente tomó el control de la situación y decidió que sería buena idea dirigirse hacia la estructura para ver de qué se trataba. Entonces fijó su ruta y marcho en el modo supervivencia/adaptación, solo porque no deseaba gastar energías extras vagando por sus recuerdos.
Caminó durante dos días y dos noches en aquella dirección, hasta que finalmente llegó en el mediodía del tercer día.
Se trataba de una construcción de más de veinte metros de altura, totalmente derruida. Era imposible calcular su antigüedad exacta. Anomalía pensó que también sería un despropósito gastar recursos en semejante tarea sin motivos, pero con solo ver el estado en que se encontraba podía deducirse que se trataba de una construcción histórica, con siglos bajo la arena, enterrada y dejada al descubierto por los vientos y las tormentas innumerables veces.
-Siglos, quizás un poco mas- concluyó Anomalía para detener un impulso científico que, de otra forma, le demandaría aproximadamente unas once horas y veintitrés minutos en satisfacer, según sus estadísticas internas automáticas le indicaron.
Anomalía permaneció frente a la estructura por unos minutos, observando su majestuosidad, y apreciando, casi artísticamente, como esa semejante mole artificial rompía la llanura ondulante.
Una nueva sensación acometió contra la calma de Anomalía. Se sentía pequeño en comparación con aquella estructura. No era simplemente una cuestión de tamaño ni una mera observación, El se sentía realmente pequeño, solo rodeado de nada. Un escalofrío no programado nació en los pies de Anomalía y subió por su espalda causándole extrañeza. Era una reacción primal, indetenible, inexplicable a la lógica, y en el momento en que llegó al final de su recorrido, Anomalía descubrió que aquel impulso primitivo había desbloqueado otras partes de su memoria.

Tardó unos instantes en reconocerse a sí mismo en la mesa de operaciones. Era apenas un bebé, y unas maquinas trabajaban sobre su cuerpo con objetos punzantes y con destellos de luces. Esto causaba un gran dolor al pequeño Anomalía, pero después de colocar unos cables en su cabeza el dolor cesó por completo. Solo quedaba una sensación de miedo que después de unos segundos se disipó. Unas horas después el proceso había terminado. Entonces fue llevado por personas sin rostro hacía unas cámaras transparentes, su centro de raciocinio le indicó que eran tantas como adolescentes sentados en su anterior sueño. Fue dejado en una y el dolor en su cuerpo volvió con más fuerza que nunca. En ese momento escuchó una voz que hablaba directamente a su mente, esa voz le decía que estaba en una “cámaradeincubación” y que el dolor se debía a que su cuerpo estaba creciendo aceleradamente. Quien le hablaba se presentó como “El encargado”
Anomalía desconocía el significado de estas palabras, pero de alguna forma el tono calmado de la voz de El encargado logró tranquilizarlo, después de unos minutos el dolor se detuvo, Anomalía pasó largas horas dentro de la cámara y aprendió a confiar en El encargado siempre le indicaba lo que ocurriría y lo tranquilizaba cuando el dolor se hacía insoportable. Finalmente las luces de la cámara se apagaron, Anomalía estaba listo para salir.
Al terminar de revisar esa partida de recuerdos Anomalía pensó una última vez en aquella voz y una sensación cálida y agradable hizo que sonriera.
Un minuto después volvió en sí. Miró la estructura por última vez y se marchó.
Para cuando cayó la noche la construcción ya se había hundido en el horizonte.

En sus sueños volvió a reaparecer la misma escena de antes, pero esta vez todo era más nítido. El rombo plateado con su rubí central, se encontraba frente suyo. Las paredes y el techo eran de un color verde metálico. A su alrededor el murmullo se hacía audible. Una palabra se repetía constantemente: Anomalía.
El trueno calló todos los murmullos, y el suelo empezó a temblar. La luz cegadora hirió a Anomalía. Y donde antes hubo murmullo, ahora habían gritos de asombro.

 Anomalía se despertó sobresaltado, su radar lo alertaba sobre una tormenta de arena que se dirigía hacía donde el se encontraba. Estaba amaneciendo.
Automáticamente comenzó a correr en dirección contraria a la tormenta. Debía alejarse lo más rápido posible de la tormenta. La herida de su pie aún no estaba reparada por completo y su brazo seguía inutilizable. Esto complicaba seriamente su huida y como lo había previsto desde el comienzo de su carrera desesperada, un centenar de metros bastó para que la tormenta lo alcanzase. Una vez dentro supo que era inútil luchar contra la tormenta, así que dejó de correr para solamente seguir caminando hasta que la tormenta cese, sabía que si en algún momento se detenía, sería sepultado vivo por las toneladas de arena que la tormenta dejaba a su paso.
Anomalía caminó tres días enteros sin detenerse. En la mañana del cuarto la tormenta se detuvo y Anomalía se encontró frente a frente con otra construcción mucho más extraña que la anterior. Mucho más antigua también por lo que le indicaba sus circuitos exploradores internos.  Frente suyo se erigía un portal de más de cien metros de altura. Parecía labrado en un mineral que Anomalía no pudo reconocer, y según su sistema cualitativo era imposible de fechar su antigüedad. El material era oscuro, frío y opaco.
No parecía algo de este mundo.
El descubrimiento despertó asombro en Anomalía, pero esta sensación fue rápidamente reemplazada por otra mucho más desagradable. Anomalía sintió miedo y desamparo frente a este portal. Y nuevamente recordó. Viose corriendo hacia unas puertas plateadas que se cerraban a medida que el se acercaba. A pesar de sus esfuerzos supo que no llegaría y en un acto desesperado, lanzó su cuerpo hacia la cada vez más pequeña apertura.
Un estruendo indicó que las puertas se habían cerrado, Anomalía apretaba los ojos para resistir el dolor, luego de unos instantes de shock pudo concentrarse lo suficiente como para cancelar la función “dolor” de su sistema regulador. Con temor abrió los ojos para descubrir que gran parte de su cuerpo había sido prensada por la puerta al cerrarse y peor aún era que el se encontraba fuera...
Anomalía cayó de espaldas sobre la hirviente arena. Acongojado, como si hubiera descubierto muchas cosas más de las que descubrió. Miró su brazo faltante y suspiró.
Tambaleante se puso de pie y se acercó hacia el portal en frente suyo, y apoyó su mano en él frió mineral. Una lágrima corrió por su rostro ahora inmutable, y así permaneció hasta que anocheció.
En su sueño apareció una vez más la escena anterior, pero esta vez fue muy diferente a las demás. Ahora podía ver con claridad lo que ocurría. Nuevamente se encontró frente al rombo plateado y un instante después este estalló para dar paso a la luz cegadora y a los gritos. A medida que pasaron los segundos y sus ojos se acostumbraron al brillo, los gritos dieron paso a murmullos y a expresiones de asombro. Delante suyo se encontraba el desierto. Pero no a su alrededor, ahí estaba bajo techo y en una habitación enorme, con un tumulto a sus espaldas. En ese momento sitió como una mano se apoyaba sobre su hombro. Anomalía giró la cabeza para ver quien era y vio a un hombre ya anciano, con una sabia pero triste expresión en el rostro, a quien Anomalía reconoció como El encargado, este bajo la mirada al encontrar los ojos de Anomalía. Un segundo después Anomalía preguntó al Encargado si se encontraba bien, a lo que aquel respondió con una sonrisa mecánica. Anomalía miro a su alrededor y vio a mas de un centenar de figuras similares al Encargado, vestidos con túnicas y capuchas coloridas e idénticas para todos.
Algunos se horrorizaron al haber sido vistos por Anomalía, otros se taparon las caras, pero lo que los caracterizaba era la expresión de asombro ante el desierto que se habría ante ellos.
Las puertas estaban abiertas por completo, Inmediatamente Anomalía supo que eso no era algo que pasase regularmente.
El encargado señalo hacia el exterior y miró a Anomalía, como indicándole que hacia allí debía dirigirse, un segundo después, suavemente, presionó su hombro con una mano para encaminarlo.
Lo acompañó unos pasos. Anomalía comenzó a sentir miedo. Porque comprendió que se dirigía hacia lo desconocido. Porque era el único. Porque...
  El Encargado se dirigió a el nuevamente- Debes ir por ese camino, señalando el desierto. No debes detenerte por mucho tiempo, es peligroso que vuelvas atrás.-
Anomalía sintió que era imposible resistirse a esa orden, pero un segundo antes de partir se volvió hacia El encargado y le preguntó el por qué de su partida.
El encargado se acercó a él por una ultima vez y le dijo –Eres un fallo en el sistema, nuestros expertos te llaman anomalía. Nuestro mundo ya esta ordenado y no nos sobran recursos. No podemos darnos el lujo de mantenerte con nosotros únicamente por gusto científico. Ahora camina.- Después de escuchar estas palabras y sin haberlas comprendido, Anomalía se encontró caminando por el desierto cuando escuchó un estruendo similar al que habían hecho las puertas al abrirse. Dio la vuelta y vio como, detrás suyo, las puertas de una majestuosa ciudad plateada se cerraban. Corrió, con toda la velocidad que pudo, lleno de miedo y de angustia. Corrió, dio su mejor esfuerzo, pero eso no alcanzó para llegar a tiempo. Como consecuencia su brazo y su pierna fueron aplastados por las gigantescas hojas de plata de unas puertas sin misericordia.

Anomalía abrió los ojos, estaba amaneciendo, se puso de pie y sacudió la arena de su cuerpo. Pensó en quedarse un momento observando el amanecer, pero una voz interior le decía que debía marchar. Anomalía comenzó a caminar por el desierto, sin un destino, totalmente a la deriva. Añorando en secreto la ciudad de plata que lo había expulsado.
 Ayer veía pensando en lo artificiales que son los análisis binómicos. "O sos esto o sos lo otro", "si no estás a favor entonces estás en contra", y demases etcéteras...

sábado, 3 de noviembre de 2012

Autobombo

Me publicaron un cuento, es Requiem, y salió en una revista del NOA gracias a la enooooorme colaboración de doña Pola, alias Romina Barros que además hizo las ilustraciones.

http://issuu.com/dixihedicho/docs/dixi_34/1