martes, 19 de diciembre de 2017

Puentes

Esta mañana no quise abrir los ojos. Las sensaciones eran muy diversas, pero, en última instancia, reducibles a dos extremos de lo mismo. No debo ser el único en la ciudad, en la provincia, en el país y a lo largo y ancho del planeta que siente esto. No quería abrir los ojos por miedo a descubrir que habíamos sido derrotados, y no quise abrirlos para ver lo contrario, simplemente por ansiedad, o por no bancarme la incertidumbre. La noche anterior habíamos vivido algo increible, dado una batalla histórica, llena de sorpresas, jugadas y contrajugadas. Batalla no solo contra el aparato represivo del Estado, sino contra la comodidad acostumbrada. Ayer salimos del sueño de la delegación de poderes. Ayer fue una jornada de mutitudes, de marchas, de gente, codo a codo, yendo en una misma dirección. Desconocidos que se vieron la cara por primera vez, con los ojos después de un largo sopor. Clamores populares que se creían olvidados volvieron a resonar. El largo sueño, cómodo por cierto, y muy abrigado tambiéno, se quebró de manera, esperemos, duradera. Algo que hacía tan poco parecía imposible se encendió en los corazones de muchos. La rebeldía ante una injusticia que no sería tolerada.
Ayer vi mujeres y hombres, viejos y jóvenes, clase media, empobrecidos y acomodados, "la gente" que todos los políticos se endilgan representar, juntos caminando por la misma calle. Eso es una victoria, la verdadera forma de cerrar la grieta es apagar la tele y mirarnos a los ojos unos a otros, y a nosotros mismos frente al espejo.
Los pregoneros del optimismo dirán que es para mejor, pero están cegados y son, en el mejor de los casos, cínicos y mercenarios. Corrieron, y correrán el foco del debate con verdades a medias ¿y que es eso sino una mentira? haran todo lo posible para intentar tapar lo que se vivió, para dormir de noche sin que la conciencia los atormente por haberse puesto, una vez mas, en contra de quienes dicen representar. Se mentirán a si mismos para no sentir que le mienten a los demás, pero en el fondo lo saben.
Ayer se quebró algo que parecía inmutable. Ayer muchos abrieron los ojos.
El gobierno puede haber ganado una ley, puede haber legalizado un robo más a los que menos lo merecen, a los más débiles; pero en su prepotencia perdió muchísimo: despertó conciencias, encendió una mecha que nadie sabe cuan larga és, ni cuanto se quemará antes de llegar al cartucho de dinamita.
Esta semana volví a creer en todos nosotros, volví a creer que el empoderamiento civil es el camino.
Ayer grandes sectores de la sociedad se volvieron a unir después de muchos años para defender a los suyos. Ayer muchos nos diemos cuenta de que, a pesar de muchas contradicciones aparentemente irreconciliables, no eramos tan distintos.