lunes, 30 de julio de 2007

Detrás de las mascaras

Tengo frío. Es el frío que siento cada vez que sé que estoy por hacer algo malo.
Aunque decir eso sería adelantar el único final posible. Por otro lado, jugar con el poder es una idea interesante. Dejemos que las ideas, desde su libertad indiscutible, sean su propio límite. Que tomen conciencia de su libertad. Que esa libertad sea su condena, y que incluso así la defiendan.


Walthaas se vio dentro de un bar. No había nada raro en eso, salvo que no sabía como había llegado hasta ahí. Era un lugar cálido y algo estático. Desde algún lugar, perdido en las luces bajas un pianista ayudaba a crear el clima íntimo.
Hacía tiempo que el escritor hacía gala de su profesión sentado en una mesa oscura y alejada. Parecía ajeno a todo el mundo, perdido en el curso de su inspiración.
Walthaas se le acercó -Hola- dijo, tratando de sonreírle, pero pronto se dio cuenta de que no era más que un estorbo para el escritor. Muy rápidamente entendió que había empezado con el pié izquierdo. Ya no había vuelta atrás.
Walthaas apenas pudo tratar de mascullar alguna pregunta para caerle bien al escritor, pero en lugar de eso, le preguntó si era él quien estaba escribiendo eso. Y si eran Walthaas y toda la situación apenas creaciones dentro de su obra. No podía creer lo que decía, no pudo detenerse, terminando la pregunta aún en contra de su voluntad. Extrañado aún por la pregunta que acababa de formular, Walthaas se sorprendió todavía más por la respuesta que recibió.
Apenas desviando la vista de su cuaderno, el escritor le contestó que en realidad él no estaba escribiendo eso. Que de haberlo sido, ambos y todo lo que los rodeaba tendrían que haber dejado de existir en el momento en él que había dejado de escribir. Le dijo que de hecho pensaba en que en realidad era Walthaas quien estaba detrás todo.
Algo se agitó dentro de Walthaas, negó de plano esa conjetura llenándose de miedo. El escritor notó el temblor que recorría el cuerpo de Walthaas y que este creía ocultar.
-Yo también se que todo esto no tiene sentido. Perdí la noción del tiempo que hace que estoy sentado escribiendo. Que hayas llegado sin motivo a preguntar cosas fuera de tu imaginación no me sorprende. De hecho no creo que nada vuelva a hacerlo.-
El escritor volvió a mirar su cuaderno por unos segundos. Walthaas permaneció en silencio.
El escritor volvió a conjeturar mirando a la nada. Esta vez, poseía más piezas de ese rompecabezas.
-Si no soy yo quien describe esta situación, y tampoco sos vos el culpable de esta continuidad. Ya que de serlo tendríamos que haber dejado de existir igual. ¿Acabas de negar la posibilidad de serlo, verdad?- El escritor no esperó respuesta de Walthaas para continuar. – ¡Porque no existe ninguna creación que sobreviva mucho luego de ser negada por su creador!-
El escritor prendió dos cigarrillos y le dio uno a Walthaas.
-Entonces el verdadero escritor de este cuento debe ser otro. Es a la imaginación de un tercero a la que debemos esta, esta charla, y sus consecuencias.- Finalmente el escritor se reclinó en el respaldo de su silla. Parecía haberse serenado.
Walthaas permaneció en silencio. Estaba anonadado por su propia pregunta involuntaria. Por la respuesta que recibió. Por todo lo que no parecía tener sentido y sin embargo nada le resultaba extraño.
-Contame algo de tu pasado- interrumpió el silencio el escritor. Walthaas lo miró, parecía no entender lo que el escritor se proponía. -¿Imposible? Yo tampoco tengo recuerdos, nada antes de llegar a este bar.- Era verdad, Walthaas no podía recordar nada concreto de antes de su llegada. El escritor tenía razón.
El escritor observó durante un momento a Walthaas, y al ver que este no respondería, volvió a dejar que su inspiración lo guíe en la escritura. Seguiría escribiendo durante horas, días, o lo que fuese necesario.
Victima de esa abrumadora ráfaga de realidad, Walthaas sintió nauseas. Estaba de pie, mareado, sin entender y con la sensación de que así era mejor. Cuando volvió en sí, reconoció la cantina donde había estado todo el tiempo. Sentado en frente suyo, estaba el escritor, curvado sobre la oscura mesa, haciendo gala de su oficio sin que nada lo distraiga. –Walthaas tocó su hombro y habló casi en susurros. -¿Porqué me decís todo esto? ¿Como...? ya no tenía la voz para seguir hablando.
El escritor no lo miró. Simplemente señaló su cuaderno y dijo: – ¿Que como sé que esto es un cuento y que nosotros somos los personajes? Porque yo también soy un escritor.-
Walthaas no intentaba seguir siendo un estorbo para el escritor. Se despidió sin esperar la respuesta.
Caminando por la calle, fue asaltado por los pensamientos, fueron una recapitulación de lo que acababa de vivir.
El escritor parecía estar en lo correcto, ninguno de los dos podría estar creando esa situación.
Aunque por otro lado, le parecía sospechoso el escritor, parecía saber demasiado.


Parecen querer saber el secreto. Aunque también parecen obligados por las circunstancias a no tener otra posibilidad. Arañan la verdad. Los dedos les sangran. No parece importarles el dolor.
¿Estarán dispuestos a pagar el preció?
No es que tengan otra opción.
Una vez perdida la inocencia, ya no hay forma de recuperarla.


El escritor, sus hojas inspiradas, Walthaas, sus aparentes sinsentidos, el bar, el tácito pasado y toda la continuidad. Dejaron de existir.


¿Y qué? Es una gota de sadismo, nada más. Solo sufren los personajes que inventé en mi cabeza. Tengo el poder y la voluntad. De hecho, es en mi cabeza donde todo esto tiene lugar. Estoy jugando con mis ideas. Nada más.
Buscaron la verdad, sería cruel que no la encontraran.
Cruel.
Me siento cruel por romper esta mentira piadosa.


Desde que el escritor mantuvo con un extraño la que sería su última charla, sus pensamientos solo lo llevaron a escribir sobre la crueldad. Sabía que no había forma de recuperar la inocencia perdida.
Filosofando, minutos atrás, había perdido su inocencia. No dependía de ellos la creación de ese cuento que eran sus vidas. Estaban a la merced de un tercero.
Había perdido la inocencia de creerse libre. Era un personaje en un cuento. Había resultado victima de lo que tantas veces había hecho. Pidió perdón por saberse culpable.

Walthaas, en el último instante de su vida, mientras veía como todo el universo desaparecía, tuvo tiempo para pensar en una ultima cosa.
Sus dudas no habían tenido fundamento. Momentos atrás, el escritor había tenido razón. Nada era real, solo existían en la mente de otro.
Walthaas, su universo y su continuidad no eran nada.
Una idea descartada.
No se sentía equivocado en verse como victima. Aunque su creador jamás hubiese podido darse cuenta de que esa idea tenía vida.
Vencido, por los hechos irrefutables. Abatido por ser algo tan efímero.
Resignación.
¿Que otra cosa podría sentir?
Calma.
Cerró los ojos. Esperó a que el olvido lo acaricie de una vez.


Otra vez siento ese frío. A pesar de que ahora lo reconozco mejor. No es frío. Acabo de ser cruel y no me arrepiento de disfrutarlo. No es frío lo que me llena, son oleadas de adrenalina.
Es hermoso.
La emoción de lo prohibido es increíble.


Mientras que la nada se le volvía todo, el escritor alcanzó a cerrar su cuaderno por última vez.
Sonriendo por lo que creía una ironía, pensó en lo último que había escrito:


-FIN...-

Noticias

Editorial: Me encanta la luna llena como la de hoy.
Clima: por donde vivo hace mas frío que en capital, no es joda.
Lo que se viene: Adjunto un cuento, es de lo que mas me gusta de mi producción. ahora todos tienen chances de decir que tienen un amigo escritor...
Horoscopo: Ojo con Paco el caco.

domingo, 29 de julio de 2007

dos al hilo...

Hoy lo abrí, ya tengo dos posts... soy un groso.
No me siento muy bien de la panza, medio lborotaas siento las tripas.
mañana será otro día.

uno, dos, probando, probando

se inicia esta experiencia loca loca.
Vere con el tiempo si funciona o no. Mi idea es obligarme a escribir por lo menos dos veces por semana.
Ya se verá si funciona o no.