Gastón vio su mano sosteniendo el encendedor y luego recorrió con la vista la terraza. Estaba solo. Guardó el encendedor en el bolsillo, junto al paquete de cigarrillos y siguió regando cuidadosamente las plantas, fumando en silencio, sintiendose en calma.
domingo, 22 de enero de 2012
Vidas paralelas.
Gastón vio su mano sosteniendo el encendedor y luego recorrió con la vista la terraza. Estaba solo. Guardó el encendedor en el bolsillo, junto al paquete de cigarrillos y siguió regando cuidadosamente las plantas, fumando en silencio, sintiendose en calma.
miércoles, 18 de enero de 2012
Por lo menos que quede registro de lo que pasa
martes, 17 de enero de 2012
Me gustaría creer que esto pasa porque es verano
Chúpenla. Prefiero un metapost a no haber escrito nada. Esto es un ejercicio constante, cuando venga la inspiración, que me agarre con práctica.
lunes, 16 de enero de 2012
calooooooor
De mas está decir que si mis deseos se cumplen, me vería teletrasportado a algún lugar remoto. posiblemente al pie de una montaña majestuosa, rodeada por bosques y ríos. Puedo estar solo o acompañado. puedo dedicarme a conocer gente o a permanecer solitario. Pero lo único que me importaría es escuhar, el vento, el sonido de la naturaleza. Escuchar el silencio. En la ciudad no hay silencio, siempre se escucha algo.
Como si fantasear fuese un delito un colectivo toca bocina en la calle, perros ladran y se rebelan frente a su paseador. Una pila de apuntes me mira desde el escritorio, recordándome que debo preparar un examen. Con calor, fantaseando con explorar tierras lejanas, y sin ganas. Tengo una responsabilidad, di mi palabra. Espero que una ducha me refresque.
sábado, 7 de enero de 2012
Fantasías animadas de ayer y hoy.
Hace bastante escuché decir que la belleza dependía del ojo del observador. Entendí entonces que nada es “lindo” o “feo” en si mismo, sino que son parámetros mas o menos estables socialmente que, sin embargo, varían muchísimo de un individuo a otro. El gusto personal no es otra cosa que el filtro a través del cual moldeamos el universo que se abre frente a nuestros ojos. Si ese gusto es producto de juegos sociales o está determinado por otros factores, como la pertenencia de clase, lo dejo para otro debate. Quiero hablar si, de esa chispa de individualidad última, de esa atracción o rechazo primal que surge desde lo mas irracional de nuestras emociones al estar frente a una expresión artística. Entendiendo por tal a toda manifestación empírica de la necesidad de expresar de alguien que al hacerlo pasa a convertirse, en ese lapso temporal, en un artista. Cualquier manifestación, cualquiera sea su materia o soporte, estilo o género, que haya surgido de esa necesidad de expresar o comunicar, es arte. Sea cuento, pintura, novela, arquitectura, poesía, música, lucha "happening", el arte mueve fibras internas en el observador, lo atrapa, expone su propia individualidad frente a lo infinito y vasto del terreno de la creatividad. En este caso me gustaría hablar sobre cine, y no sobre la creación cinematográfica (de la que sé bastante poco) sino de su recepción.
De como la vista de un observador cambia la recepción de la obra.
Corría el año 2000, yo era apenas un tierno adolescente que hacía poco conocía las mieles del enamoramiento mágico, la chica perfecta: hermosa, dulce y cariñosa, incluso le gustaban las mismos grupos musicales que a mi; Y la amarga bilis de no haber sido correspondido. Claro, en aquel entonces no sabía que el enamoramiento es pasajero y que las hormonas hacían parte del trabajo inflacionario de mis expectativas y tampoco no ayudaba que la chica en cuestión nunca haya estado demasiado interesada en mí desde el vamos así que se pueden imaginar el desenlace. Cuestión que aquel enamoramiento púber dejó el campo abierto para una etapa bastante deprimente de mi pubertad. El mecanismo pendular de la mente humana dice que lo que va hacia un lado genera, tarde o temprano, un movimiento de similar energía en dirección contraria y si antes idealizaba a esa persona, con el paso de las semanas comencé a detestarla. Fría, distante, egoísta, manipuladora, una persona incapaz de amar, etc. Y la lista seguía para cualquiera que tuviese ganas de perder un recreo escuchándome hablar mal de una chica que me había cortado el rostro. Hacia fines de ese año me encontraba una noche sentado en mi habitación, mirando la tele, donde comenzaba esta película: Grandes Esperanzas.
A Ethan Hawke lo tenía visto en películas como: Reality Bites, Viven (aparte me había leído el libro mil veces) y Gattaca. De Gwineth Paltrow sabía bastante poco, la había visto trabajar en Pecados Capitales, pero en un papel bastante corto. También aparecía en los títulos De Niro, garantía de acción, y Hank Azaria que siempre me había parecido uno de esos actores que son un gran apoyo pero nunca pueden tener protagónicos, hacía voces en Los Simpsons, además de haber actuado en Mistery Men, era una de esos personajes que siempre están dando vueltas en la industria cultural y uno llega a quererlos, como a Steve Buscemi. De Ann Bancroft no conocía ni el nombre.
La película narra como Finn (Hawke) chico humilde, bueno como el pan y con talento artístico, cae perdidamente enamorado de Estella (Paltrow), proyecto de arpía formado por el rencor hecho ser humano, su tía la señora Dinsmoor (Bancroft) como parte de un plan maligno de venganza contra todos los hombres por culpa de uno que la dejó plantada en el altar.
Hasta ahí todo bien, descripción del contexto en el cual vi la película, los actores y actrices que aparecían, y bla bla bla. Nunca jamás me hubiera imaginado que sería capaz de llorar mirando un televisor. Tratar de medir la identificación que sentía con el protagonista, pobre y abandonado, con su corazón completamente rendido a las manos de una mujer tan angelical como maligna, con el corazón duro como un témpano. De más está decir que el shock que me causó ver eso logró que me olvide de todas las escenas en donde no aparecía la infeliz pareja, de toda la trama de De Niro y de la excéntrica y loca Srta. Dinsmoor cuyo rencor da origen a la historia y a su vez la culmina. Waw, creo que inclusive podría afirmar que ver esa película en parte ayudó a cerrar alguna herida abierta, porque, para mí, en ese momento, esa película, fue más que un filme, fue un acto catártico. Resurgí de mis cenizas, de mi cubo de lamentos, comprendiendo que aquel infortunio de cruzarme con una mujer desalmada no me había ocurrido únicamente a mí en la faz de la tierra. Era una historia más, y como tal, perdía, aunque sea poco a poco, importancia.
Y pasaron doce años antes de que la maravilla del acceso a Internet masificado, y del acceso a filmes gratuitos dentro de la red me impulsase a volver a ver aquella película.
¿Cuanto morbo no?
La peli no estuvo mal, Gwineth es medio de madera, pero en el papel de mujer fría le sale bien, Ethan solo pone cara de perrito mojado, pero nuevamente, en el personaje es verosímil. Finalmente pude entender muchas sutilezas en la relación de la Sra. Dinsmoor y Finn. Pero por sobre todo pude comprender finalmente la trama, paralela, de Robert De Niro, aquel delincuente que aparece en la primera escena y dispara el desenlace de la cinta, que mi mente y mi herido corazón adolescente habían olvidado por completo. En líneas generales el filme es bastante digerible. Pero corre con una maldición medio rara, por lo que hablé con amigos y amigas, es una película de amor para varones. Es raro que ocurra, de las chicas con las que hablé en la mayoría había un cierto fastidio. Una incomprensión frente a tanta fascinación masculina por una historia en la que nunca se concreta nada y al final de cada capítulo todos terminan solos a la espera del próximo encuentro (que probablemente termine igual) y sin embargo la mayoría de los hombres con los que hablé la recuerdan como “una película que te da vuelta”, -“Dejame de joder, esa película me dejó para la mierda”- había dicho mi primo, para luego coincidir conmigo que después de ese papel, Gwineth, nos parecía a ambos mucho mas linda que antes. Cosas de hombres, esos amores viscerales, tan trágicos como imposibles, nos afectan de una manera muy particular. Adoramos a la persona que nos lastima, solo porque la buscamos y se nos escapa. Arjona lo dice bastante clarito: “Dime que no, dame un si camuflado, me tendrás pensando todo el día en ti”.
Que lo tiró, quien lo hubiera pensado, un metalero de buena cepa, lagrimeando por una película; Un metalero como yo citando a Arjona.